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Reseña literaria | Un andar solitario entre la gente de Antonio Muñoz Molina

Las palabras son imágenes que llegan a nosotros como un torrente vívido a medida que avanzamos en la lectura. El andar solitario entre la gente está lleno de ruidos silenciosos que Muñoz suelta a cuentagotas mientras nos mete en la piel de caminantes citadinos que buscan darle sentido a su realidad.   


Muñoz cuenta lo cotidiano, lo inmediato, se pone delante de la realidad y nos cuenta en tiempo presente lo que ve mientras camina y se convierte en un Flaneur al que le apasiona observar el mundo. La ciudad se convierte en fuente para su proyecto narrativo, una recreación literaria donde proyecta las vivencias y reflexiones propias del individuo moderno.   


En la tradición literaria encontramos referentes que ya abordaron la incertidumbre que genera la búsqueda de identidad en una ciudad en transición. Es el caso de Thomas de Quincey quien hace el primer libro de literatura de ciudad. En esta historia el personaje recorre la ciudad de noche, en una época en la que la electricidad lo permitía y las calles contrastaban entre la opulencia y la miseria a causa del comercio de opio.  


Por su parte, Edgar Allan Poe escribe el primer libro de ficción donde la ciudad es protagonista, recreando ciudades a donde nunca fue y de las que solo conocía a través de libros y cartas de amigos.  También encontramos a Charles Baudelaire quien traduce a Quincey y Poe del francés y captura en sus escritos la vida urbana en París durante su transformación, al igual que Walter Benjamin quien analiza las transformaciones de París, sus pasajes comerciales y la cultura del consumo en un contexto social donde aumenta la pobreza y la explotación. 


A lo largo del libro, encontramos elementos sencillos que se convierten en artilugio para contar historias y entrelazar las vidas de sus personajes; tanto de un escritor reconocido de la Inglaterra del siglo XIX, como de un recolector de basura reciclable de la ciudad de Nueva York; recortes de impresos publicitarios, lápices gastados, papeles de buen gramaje listos para dibujar en él, imágenes de collages impresas entre las páginas, secretos de la publicidad, noticias escalofriantes, recuerdos de infancia, fotografías, pensamientos disruptivos y reflexiones sentidas.  


En este libro Muñoz Molina pone en valor el uso de la narración en primera persona y del testimonio y el monólogo interior como género literario. También propone incluir en su hibridación literaria indicios de crónica y ensayo y sobre su proceso de escritor dice:


“Soy todo oído. Escucho con mis ojos. Escucho lo que veo en los anuncios y en los titulares de los periódicos y en los carteles y letreros de la ciudad”.   

El escritor y académico español utiliza referencias de la cultura popular en sus obras, que convierten a lo cotidiano en fuente de inspiración; y la universalidad de la calle, de los pasos, las conversaciones, los mensajes y los pensamientos nos ubican fácilmente en cualquier gran capital del mundo. Estos recursos le dan movilidad al texto, casi que podemos empezar desde cualquier lugar y avanzar en desorden y aun así encontraríamos sentido a su narrativa.   


Creo que el autor nos habla a todos y nos dice que el día a día, nuestras manías y ambiciones, que la vida misma puede ser un recurso literario y darnos una estructura narrativa sobre la cual empezar a escribir y crear algo como un poema con forma de peldaños labrados en un sendero, como reza el poeta estadounidense Gary Snyder, también citado en el libro.  

“Tenía yo once o doce años cuando por primera vez, las novelas de Julio Verne, son leídas y releídas con una pasión inextinguible, me hicieron concebir la idea de escribir novelas yo también”. Antonio Muñoz Molina.   

 
 
 

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